La calidad de las cosas afortunadamente no se mide por la cantidad de individuos que las conocen y admiran, sino por la satisfacción que genera en ellos y el lugar especial que adquieren en el inconciente colectivo de los asistentes. Así, podemos considerar que esta 3ª edición del Festival ha sido de gran calidad y, por ende, exitoso.
“Estuvo
poca madre” comenta uno de los asistentes, quien porta un gafete de ‘participante’—lo cual le otorgaba derecho de
asistir a cada una de las más de treinta actividades realizadas dentro del marco del Festival—al salir de un
concierto. El lenguaje utilizado es lo de menos. Cada una de las actividades fue planeada y llevada a cabo de la
mejor manera para consolidar al Festival Internacional de Música Contemporánea como un oasis que cada año otorga a
los amantes de la música contemporánea una oportunidad de alejarse un poco de la música cotidiana, de los ‘éxitos de
digital’ y del “atrévete-te-te, qué importa si te gusta colplei”.
Porque además, el Festival no consiste únicamente en demostraciones de excelsitud y grandilocuencia por parte de los intérpretes que se presentan, sino que representa una destacada labor pedagógica enfocada a la formación de todos los músicos profesionales, amateurs, estudiantes e incluso aficionados que estén interesados. Este año hubo más clases, talleres, conferencias magistrales y mesas de debate que en las ediciones anteriores.
Carlos Sánchez-Gutiérrez (México), Alejandro Viñao (Argentina), miembros del Ensamble Nomad (Japón) y Nicholas Isherwood (Francia) impartieron cursos de lunes a sábado. Recibir instrucción sobre interpretación, composición y el simple hecho de compartir experiencias con algunos de los mejores músicos contemporáneos a nivel mundial son experiencias invaluables, de esas que, como ya dijo algún sabio “cosas que el dinero no puede comprar”.
El mismo Carlos Sánchez, Takayuki Rai (Japón) y Alejandro Viñao, además de una mesa redonda con los ganadores del Concurso Nacional de Composición fueron los encargados de compartir vivencias y puntos de vista en sus conferencias. Pablo Gómez ofreció clases magistrales para intérpretes con las cuales, al igual que el ensamble I.C.E. (International Contemporary Ensemble, Estados Unidos)—quien por su parte, impartió de un taller de lectura de partituras—se buscó no sólo mejorar la calidad interpretativa de los asistentes, sino adentrarlos en el ambiente musical de una manera más tangible y real de la que se puede adquirir en un salón de clase.
A este respecto también se buscó brindar la oportunidad a intérpretes michoacanos de ofrecer conciertos en los que dieran muestra de su indudable calidad. Para esto, se programaron dos conciertos en el Conservatorio de las Rosas con los cuales demostrar que el talento y los grandes músicos no sólo se dan en otras partes del mundo sino que tenemos una valiosísima veta que se debe explotar al máximo tanto con Festivales de este tipo como con becas, difusión y preparación constante que deriven en oportunidades de darse a conocer y llevar así el arte nacional y michoacano al resto del orbe.
De este modo, el Festival ha impulsado la promoción de músicos no sólo locales, sino nacionales mediante estos conciertos y mesas de debate creadas con la firme intención de impulsar la competitividad y formación de nuestros artistas. Además, es de destacar la gran participación que se ha tenido en los concursos organizados por el Festival tanto de ejecución como de composición, a nivel estatal y nacional. La participación de los candidatos superó las expectativas en más de un trescientos por ciento lo que dificultó la labor de los jueces pero garantizó a su vez que los premiados sólo serían los mejores y estimulando, de este modo, la participación para la siguiente edición además de asegurar la calidad de los conciertos en los cuales se interpretarían las piezas ganadoras.
De igual manera, estos conciertos con las piezas de los ganadores al Premio Estatal y Nacional de Composición no serían en demérito de los demás. La participación de compositores e intérpretes del más alto nivel y reconocimiento internacional ha sido una constante desde la primer edición del Festival y este año no fue la excepción. A partir de la inauguración, a cargo del Ensamble de las Rosas—acompañados por la pianista estadounidense Cristina Valdés—cada uno de los recitales ha arrancado aplausos y sonrisas en el público.
Este año, el ensamble ICE, Nicholas Isherwood, Ensamble 3, Pablo Gómez, Alejandro Viñao, Cristina Valdés y los japoneses de NOMAD—estos últimos dos ofrecieron, además, conciertos en el Teatro del la Ciudad, en Zamora—fueron los principales encargados de llevar un poco de la mejor música contemporánea a los michoacanos. Grupos nacionales e internacionales del más alto nivel, lo cual le va ganando al Festival Internacional de Música Contemporánea de Morelia el prestigio necesario para ir haciéndose de un lugar destacado y sólido entre los demás festivales de este tipo.
Mención aparte merecen las sedes donde se llevaron a cabo los eventos, no sólo por su capacidad y soporte técnico sino por el constante e incondicional apoyo que brindaron a cada una de las actividades realizadas. El Teatro Ocampo, el Conservatorio de las Rosas, el CMMAS y el Teatro de la Ciudad de Zamora fueron los foros en los que el público se dio cita. Si bien en ningún evento lucieron llenos, lo cierto es que tuvieron una mayor asistencia de la esperada y generaron una gran expectativa para futuras ediciones del Festival.
Y es que, como opina Carlos Sánchez Gutiérrez: “Esta no es una música para todos, sino para unos cuantos y se debe buscar mantener a este público que asiste y no preocuparse demasiado por los que no vienen. Los que están aquí, interesados, los que nos otorgan parte de su tiempo para escucharnos son los que valen la pena”. Así, el poco o mucho público asistente se llevó un grato sabor de boca, se interesaron en la música contemporánea y seguramente estarán presentes en la próxima edición acompañados de un amigo, la pareja, el hermano, haciendo crecer así el interés por esta música ‘elitista, extraña’ pero que sigue siendo capaz de provocar las más increíbles sensaciones. Esa que obtiene ovaciones mucho mayores de las esperadas, esa cuyo festival, en su 3ª edición, triunfó en la ciudad de Morelia
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